Grupo Asobe: EL LOBO

martes, 19 de febrero de 2008

EL LOBO


Mis pisadas seguían haciendo eco en la penumbrosa calle. La oscuridad invadía la ciudad y el viento silbaba con tanta intensidad que daba miedo; incluso el leve susurro de éste al doblar la esquina era espeluznante. Yo no sentía miedo alguno. Algo había oído hablar a los aldeanos. “Niña, el lobo es esa criatura bestial que aguarda al anochecer para atacar a sus presas, y esas son las hermosas jóvenes” Yo era una niña cuando me lo contaron, pero ahora era una joven, y tocaba mi turno.


La noche no era fría, ni siquiera húmeda. Sólo el viento gritaba y corría por todas las calles. Me dirigía del puerto hasta casa, que estaba más adentrada en el pueblo. El viento me acompañaba allá adonde fuese. Cada esquina que yo giraba, el viento lo hacía también con un silbido. Movía las campanas que colgaban de la puerta del pescadero, movía carteles y se llevaba arena a mis ojos, incluso diminutas gotas de agua del mar me salpicaban.



Yo miraba de vez en cuando por el rabillo del ojo para asegurarme que tras mis espaldas no había nada, y eso era lo que encontraba: nada; una negra espesura que se iba oscureciendo mientras se adentraba al fondo y que se aclaraba a medida que yo miraba hacia el frente. No sólo oía el viento, las ramas que éste removía sonaban quebrando sus hojas secas; las puertas rotas se abrían y se cerraban con un estrepitoso golpe. Además de aquello, el eco de mis pasos rebotaba en todas las calles.
A medida que me acercaba a casa, (una casita pequeña en el pueblo, y al final de la calle que me encontraba;) oía rugir al viento, como advirtiéndome de que no diera ni un paso más, si no, me comería; pero yo, decidida, di un paso al frente. El viento de repente se enfureció tanto que no sé cómo nadie pudo haber despertado, tal vez ya se los hubiera tragado a todos antes.

El ruido era estrepitoso, pero lejano. Provenía del final de la calle, de enfrente de mi casa. Como expliqué, a medida que me acercaba, más temía, y en un momento me quedé sin aliento. Fue muy rápido, tan rápido y fugaz como un leve sonido del crujir de la madera. Dos ojos verdes pude divisar allá al fondo; estaban observándome y esperando a cogerme. De repente, los dos ojos verdes se movieron, y unos dientes blancos aparecieron, afilados como cuchillos, y hambrientos como un pobre. Dejó ver entonces su pelo gris de rata, rizada y sucia, maloliente y con heridas; sus patas y zarpas aparecieron seguidamente, aguardando carne fresca para atrapar. Su cola se pudo ver después y ya formó toda la silueta.
Sí, era el lobo, ese del que tanto oí hablar, al que le gustaba jóvenes frescas y al punto. Su cara perversa me miraba hambriento, se relamió la lengua entorno a su boca, y sus patas se movieron hacia mí. Estaba claro una cosa: era peligroso. Cualquiera que lo hubiera visto hubiera echado a correr en vez de quedarse paralizado como yo lo hice. Pensaréis que no me movía por el miedo; bueno tal vez al principio sí era esa la razón, pero, observando aquellos ojos verdes pude ver una cosa que ningún otro pudo contemplar antes: tristeza.

Ese lobo ansiaba algo que quería con todas sus ganas y en aquel momento parecía que era la carne de una joven asustada; pero no. Algo dentro del lobo había quedado atrapado de por vida, y aquel cuerpo cuadrúpedo impedía su liberación.
Me quedé mirándolo compasivamente, y eso no le gustó, porque, de repente, vino corriendo hacia mí para atacarme. Enojado se abalanzó encima de mi cuerpo. Yo no intenté apartarme, ni si quiera entonces tenía miedo. Fue el lobo quien se asustó al verme neutral ante sus ataques. Clavó entonces sus dientes en mi muslo; me hizo sangrar en la cara; me arañó en el vientre, destrozándome la ropa; pero ya nada temía entonces. El lobo paró tras atacarme, y me miró con ojos melosos, extrañado de mis actos. Supe que esos ojos no eran del lobo, era de aquella cosa atrapada dentro de él. Entonces yo ya no tenía nada que perder y lo intenté: le abracé fuertemente. Abracé a la bestia, a pesar de su sucio pelaje, y su mal olor. Él intentó apartarse , con las zarpas me arañó de nuevo, pero seguidamente ya no eran zarpas; las garras se convirtieron en uñas, las patas en manos. Su pelaje fue desvaneciendo hasta quedar una piel sensible y sin vello. El hocico se convirtió en boca, y poco a poco, aquella bestia se convirtió en el ser más temido en el mundo animal: el hombre.

El mal olor seguía impregnado en su cuerpo, y poseía aún aquellos ojos verdes brillantes, pero ya había cesado todo.
Conseguí cambiar a aquel lobo en un humano con un simple abrazo, no es que mis manos tuvieran poderes, sino que su cuerpo estaba maldito. El hombre era aquella cosa atrapada en el cuerpo de la bestia.

Dicen que la raza humana es fuerte, pues aquel humano era tan débil y frágil como el cristal.
Yo recobré de nuevo el aliento, pero no podía apartar la vista del hombre. Éste estaba medio desnudo y lleno de heridas, supongo que de intentar salir de su prisión. Él era consciente de todo lo que hizo mientras era lobo, y al ver mis heridas, confuso y apenado, salió corriendo camino abajo. El viento dejó de perseguirme entonces, y le siguió a él. Tal vez había una fiera, peor de la que yo me encontré, aguardando enfrente de su casa.

Laura Martínez García.

2 comentarios:

Matías Irarrázabal dijo...

Que linda historia me hace reflexionar acerca de la naturaleza animal que tenemos todos los seres humanos, y en la medida de reconocernos esa parte bestial en nosotros paradojicamente nos volvemos más humanos...también como seres humanos que estamos al mando de las demás bestias tenemos que ser capaces de dominar nuestra propia bestia que yace en nuestro interior

saludos cordiales

Anónimo dijo...

Un buen relato, me ha gustado. Sobre todo por su contenido filosófico, ya que da a pensar la forma que tienen los humanos de convertirse en bestias cuando se sienten solos. En realidad, la raza humana es fuerte como especie, pero no el ser humano... La unidad hace la fuerza, y muchos débiles construyen algo resistente, supongo. De ahí esa manía de destruir todo lo que encontramos a nuestro paso de animales superiores...
1beso!

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